Inteligencia Artificial en Educación: integridad académica, ¿el menú o la comida?
En cuanto ChatGPT hizo su irrupción intempestiva en el mundo, sorprendiéndonos con sus prestaciones casi omniscientes, la reacción colectiva de los educadores no se hizo esperar: inmediatamente nos enfocamos en que se trataba de un arma infinitamente poderosa para que nuestros alumnos pudieran copiarse.
Amenazados, una vez más, tal como con el desarrollo generalizado de Internet, en nuestra autoestima colectiva, se alzaron voces inmediatamente para pedir su prohibición en el contexto escolar. Se desarrollaron herramientas tan publicitadas como ineficaces en tratar de detectar plagio o escritos realizados por inteligencia artificial, y hasta se acuñó una frase que resumía esta obsesión de manera más elegante: preservar la integridad académica.
Y, no por previsible, deja de ser, también otra vez, una reacción desenfocada. Una cultura que ha exacerbado la evaluación, la calificación numérica, que ha invertido la responsabilidad del aprendizaje en el alumno y no en la escuela, nos ha hecho perder de vista que el rol más significativo de la escuela es que los alumnos aprendan, y que la evaluación es solamente una manera de estimular y recompensar el mejor aprendizaje.
Esta glorificación exacerbada de la evaluación hace que hoy, en lugar de preocuparnos por cómo el advenimiento de las herramientas de inteligencia artificial generativas desafían la adquisición de habilidades cognitivas, estemos discutiendo y dedicándole tiempo y energía a prevenir su uso para copiarse. Quizás, como debiéramos haber hecho hace mucho tiempo, cabe preguntarnos si nuestras herramientas de evaluación realmente cumplen con su objetivo y cómo podemos modificarlas para adaptarnos a un mundo que irreversible y definitivamente ha cambiado.
ChatGPT y las aplicaciones de inteligencia artificial generativas nos abren posibilidades ilimitadas para mejorar el aprendizaje, para poder, de una vez por todas, transformar nuestros entornos de aprendizaje y hacerlos más atractivos, personalizados, interactivos, desarrollar posibilidades para aprender de manera natural, interesante, divertida, desafiante, creativa.
Hemos llegado a un punto en el que, usando la metáfora de un restaurante, nos estamos comiendo el menú en lugar de la comida. Todavía estamos a tiempo, pero esta revolución, a diferencia de otras, no nos va a esperar, ya que nuestros alumnos van a usar estas herramientas sin pedirnos permiso ni a nosotros ni al sistema. Debemos involucrarnos ya en su uso, comprensión y en cómo utilizarlas para aprender mejor, que, al fin y al cabo, de eso debiera tratarse nuestra sagrada y noble misión como educadores.